Nelia Tello Peón
propone crear comunidades de acción social, transformar
la ira en poder creativo, sustituir la violencia por
habilidades sociales y romper la secuencia que nos lleva
a ello, entre otros aspectos
Se realizó el
Seminario Permanente de las Ciencias Sociales 2023
En el momento actual,
de rupturas, abandono, angustia, deserción escolar y
violencia -reconocida y no reconocida- en el entorno; de
incremento de suicidios en infantes, adolescentes y
jóvenes; de “lazos flojos”, se requieren “alcayatas” de
las cuales sujetarse, es decir, crear comunidades de
acción social, consideró la profesora de la Escuela
Nacional de Trabajo Social de la UNAM, Nelia Tello Peón.
Se trata, propuso, de comunidades en donde, a partir de
la experiencia y de la relación con el otro, se
ejerciten las relaciones sociales que no practicamos por
las restricciones de socialización por la pandemia,
sobre todo entre los jóvenes.
La coordinadora general del Seminario Universitario
Interdisciplinario sobre Violencia Escolar de la UNAM
aclaró que las comunidades de acción social, no son
talleres, se trata de una convivencia donde se
experimenten situaciones nuevas a partir del
acercamiento con el otro, mediante una serie de eventos
y acciones para lograr encuentros.
Al participar en el Seminario Permanente de las Ciencias
Sociales 2023 Reflexiones del Mundo Contemporáneo:
Reconstrucción del Tejido Social y Cultura de Paz,
coordinado por el Consejo Académico del Área de las
Ciencias Sociales y Comités Académicos de Carrera, Tello
Peón refirió que en las comunidades estudiantiles, en
los grupos de bachillerato y licenciatura se necesita
ofrecer un horizonte de vida que los trascienda.
Es decir, se trata del fortalecimiento de las personas
individuales y de abrir un horizonte común con los
demás. Aunque “ya ni siquiera se habla del bien común”,
queremos encontrar la manera de hacer que esos
colectivos se interrelacionen entre sí.
La exdirectora de la ENTS explicó que es la comunidad
escolar, facultad, escuela, preparatoria o Colegio de
Ciencias y Humanidades, lo que garantiza que los jóvenes
se levanten a diario. No obstante, la falta de límites y
disciplina ha propiciado que ahora varios estén alejados
del estudio, y en los que sí continúan, incluso, “nos
cuesta trabajo que lean y se concentren”.
A raíz de la emergencia sanitaria, destacó, nos
percatamos que hubo ruptura de lazos y vínculos
sociales; ahora la distancia que quiero es mayor, me
cuido más porque me he vuelto muy susceptible, pero no
cuido al otro igual y he roto la posibilidad del
diálogo.
Esa separación, de repente, nos llevó a reconocer las
diferencias y no necesariamente para acercarnos, sino
para vernos como ajenos, extraños, añadió Tello Peón.
Antes “hablábamos mucho del sentido de pertenencia.
Ahora hablaremos de acción social, del hacer conjunto,
de una reconstrucción diferente, no desde el individuo,
sino desde lo colectivo, porque hoy tenemos un exceso de
narcisismo. Trabajamos la reconceptualización del
problema, la resignificación de las relaciones y la
recreación del espacio”, abundó.
Resignificar las relaciones, expuso, es ver a las demás
personas con diferentes ojos. Los alumnos deben aprender
a trabajar en colectivo, a trabajar sus emociones, a
transformar su ira en una fuerza de poder creativo
colectivo, que va en contra de algo, no de alguien.
La reconstrucción de espacio social es la capacidad de
hacer espacios sociales diferentes, donde realmente se
transforme la realidad, abundó Nelia Tello. “En trabajo
social trabajamos con un sujeto relacional, que para
sobrevivir, para crearse y recrearse, necesita del
otro”. Y para reconstruir el tejido social necesitamos
aceptar a todos.
Hoy, agregó, lo seguimos reconstruyendo; y esa
reconstrucción no tienen que ser “parches”, sino un
verdadero cambio. La violencia debe sustituirse por
habilidades sociales que den posibilidades de actuar y
convivir de una manera diferente.
La violencia, recalcó Nelia Tello, siempre destruye lo
humano y va en contra de los demás y de uno mismo. La de
sangre y fuego la reconocemos; pero aquella que es
amable, dulce, que no grita, pareciera que no importa.
Sin embargo, habría que ver cómo en algunas relaciones
familiares con frecuencia las cosas se imponen con la
sonrisa.
De poco en poco la violencia crece; cuando es mínima, la
banalizamos, pero cuando aumenta, es exponencial y llega
un momento en que ya no se puede controlar. Es un
fenómeno que no empieza con leperadas ni balazos, sino
con relaciones de dominio y sumisión cotidiana, donde
uno aprende a guardar el rencor, a estar frustrado y
enojado, hasta explotar.
Romper la secuencia que nos lleva a la violencia es
posible; “vamos a construir nuevas posibilidades a
partir de ver las cosas de manera diferente”, finalizó
la especialista universitaria. |