Tijuana,
B.C., a 16 de febrero del 2022.- El siglo
XXI abre con una irrupción visible en el
equilibrio ecológico por la actividad humana
que se desarrolla bajo un contexto
sociopolítico abundante de paradojas,
contradicciones y aparentes problemas
superficiales que tienen sus raíces
engarzadas en la infraestructura de los
estados y sociedades y un modelo de
producción basado en el crecimiento
perpetuo, cuyas materias primas son
limitadas. En este contexto, la
investigadora de El Colegio de la Frontera
Norte (El Colef), Gabriela Muñoz Meléndez,
colabora en el libro Los Desafíos de la
Economía Mexicana, en el que analiza el
particular caso de México y su transición
energética, a contraluz de algunos otros
países de la esfera industrial.
Muñoz enmarca la ya mencionada encrucijada
desde las primeras páginas, haciendo énfasis
en la certeza científica de que los
principales recursos energéticos, en un
futuro cercano, alcanzarán su cénit para
después decrecer: “Debe agregarse que al
cénit de producción de (petróleo) crudo un
escenario sobradamente probable es que
existirán reservas remanentes, incluso
vastas, y la producción continuará e irá
decreciendo de manera paulatina”. Señala,
además, las cualidades catastróficas de un
potencial agotamiento, basándose en
experiencias previas de este tipo de sucesos
en diferentes estados: “(…) la crisis del
petróleo iraní en 1979, el colapso del
precio en 1986, la guerra iraquí en
1991(…)”.
Para terminar de perfilar esta introducción,
apunta a la disparidad existente entre los
países con una abundancia de recursos
energéticos (petróleo, gas, etc) que, sin
embargo, se encuentran subdesarrollados
económica y políticamente, en contraste con
aquellos países áridos de estos mismos
recursos, pero con un desarrollo superior.
En estos tres ejes, Muñoz cimenta la
infraestructura textual del capítulo.
Sucesivamente, nombra y analiza algunos
modelos estadísticos que, a lo largo de la
historia, han intentado medir (y predecir)
el comportamiento de las transiciones
energéticas, con la introducción de nuevas
tecnologías en el mercado energético. Debido
a las imprecisiones mostradas por la mayoría
de ellos, finalmente se decanta por el
modelo de Fisher y Pry, aunado al modelo de
escenarios hipotéticos y metodología gráfica
diseñado por Grüber y Nakicenovic. A partir
de este modelo, analiza rigurosamente el
proceso de transición energética mexicana.
El cronograma, trazado desde finales del
siglo XVIII, hasta inicios del XXI, analiza
la afluencia e importancia de los
combustibles, respectivamente, basados en
biomasas, el carbón mineral y el petróleo
crudo, esta última constituyéndose en
nuestros tiempos como la fuente dominante,
cuya superación plantea el mayor reto para
la transición energética a través de la LTE
(Ley de Transición Energética). Aquí la
autora señala las dificultades a las que se
enfrentan tanto el gobierno como la sociedad
mexicana, pues algunos de los objetivos
primarios de la LTE no se han cumplido como
estaba previsto, lo que dificulta la
consecución de los objetivos posteriores:
“No obstante y una consideración que parece
tomarse a la ligera, es que el cumplimiento
de las metas de incorporación de fuentes
renovables está en función del estado de la
red eléctrica a la que se conecta, y el
estado actual del sistema energético es de
rezago tecnológico e infraestructura
envejecida (…)”.
A modo de conclusión, la autora invita al
aparato mediático social (especialmente a la
opinión pública) a mesurar las expectativas
en torno a la posibilidad de una transición
energética profunda durante las próximas 2 o
3 décadas. En su artículo se demuestra que
México, a pesar de los avances, todavía se
encuentra frente a una industria energética
en estado germinal, que además varía de
región a región, incapaz de ofrecer una
infraestructura sólida, que pueda soportar
la estructura de la transición hacia fuentes
alternativas, acaso renovables, incluyentes
y ecológicas.
Remarca, a su vez, que la industria de la
producción eléctrica no es la única
involucrada en la Transición Energética; en
ella, interviene la producción agrícola, el
sector de servicios básicos y de transporte,
entre otros. En este contexto, la Transición
se enfrenta a una amplia cantidad de retos
logísticos y productivos, que irán
ampliándose conforme aparezcan en el
horizonte nuevas y más modernas formas de
energía. En general, y aun con los
obstáculos superados, la transformación
energética mexicana se encuentra en un
territorio inestable, difícil de predecir
mediante modelos clásicos y difícil de
imaginar a nivel sociopolítico.
En general, la contribución académica de la
doctora nos invita a plantearnos, de manera
colectiva y dialógica, fuentes de producción
energética alternativa, que puedan
sostenerse económica y ecológicamente de
cara al futuro.
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